El ser humano posee una dimensión social y afectiva de la que no puede abstraerse y que necesita desde lo más profundo vivir, disfrutar y satisfacer. Somos seres sociales. Necesitamos comunicarnos, hablar, que se nos escuchen y ser escuchados, sentir una mirada o mirar al otro. El contacto físico tan evidente en la gran familia de los mamíferos, sólo hace que acentuarse en los primates y se rubrica en el ser humano. Pero qué está cambiando en los tiempos actuales debido a la pandemia respecto a nuestra relación con los demás. ¿Podemos satisfacer como hasta ahora esa necesidad de contacto humano o social? ¿Nos afecta a todos por igual? Es evidente que a la hora de la interacción natural con los demás ahora mismo, nos encontramos ante un gran hándicap o reto. De sobra todos hemos disfrutado y sobretodo avanzado con las interacciones sociales virtuales. La llamada telefónica clásica ha dado paso a la video llamada en sus muchas y múltiples versiones. Precisamente en ese afán y necesidad humana de un contacto más amplio con el otro. En este hándicap para la interacción natural con los demás, la persona con insuficiencia renal (IR) se encuentra con un reto añadido debido a ser persona de riesgo, en mayor o menor medida, según su situación inmunológica (desde la fase ERCA al TX). Así, el tipo de interacción que cada paciente renal establece con los demás, o las situaciones sociales a las que se expone son si cabe más variadas todavía. La persona que padece IR tiene que añadir las restricciones propias de cada Comunidad, o especiales de algún Municipio o cualquier otra situación concreta de confinamiento por cuarentena. Medidas que debemos cumplir por el bien de uno mismo y de los demás. Lo que nos interesa en esta reflexión, es el manejo que de esa interacción con los demás hace cada uno a título personal, para también entender mejor la suma colectiva. ¿Cómo no limitarnos exclusivamente a una relación virtual, presos del miedo insano y caer en una especie de agorafobia, ni tampoco excedernos en una actitud temeraria y de riesgo? En relación al tipo de enfrentamiento que cada uno de nosotros hace en los tiempos que corren, tenemos para todos los gustos. Desde, el negacionista (por suerte son muy pocos), el trasgresor por desinformación, por irresponsabilidad o por rebeldía, pasando por el responsable hasta llegar al extremo opuesto que linda con la agorafobia. ¿Entonces, dónde situarnos en relación al miedo y una relación responsable para mantener nuestra necesidad de relación con los demás? Si bien el miedo es una advertencia de nuestro sistema emocional en muchos casos adaptativa. Hay que reflexionar por un lado sobre el miedo insano que paraliza y priva de una óptima adaptación a la vez que añade ansiedad indeseada. Pero tampoco dejarse llevar por el polo contrario y negar el miedo; ya que se traduce en una actitud temeraria que aumentará el riesgo y el contagio para todos. En su lugar la propuesta sana pasa por entender que la vida continúa y nos debemos adaptar a las nuevas circunstancias con una flexibilidad entre de ambos extremos. Entendiendo el miedo sano como una señal para comprender la situación en su complejidad, que marque un equilibrio factible entre la relación con los demás y el cumplimiento de las medidas preventivas oportunas.