Tres días a la semana, lunes, miércoles y viernes, una ambulancia recoge a Félix Herrera en su casa para trasladarlo, junto a otros pacientes, al Hospital Quirón de A Coruña. Llueva o haga sol. Sea día laborable o festivo. Con pandemia o sin ella. Su vida depende de ello. Una vez en el centro hospitalario, este vecino de A Laracha, de 67 años, debe permanecer cuatro horas conectado a una máquina que se encarga de filtrar su sangre y devolverla limpia al organismo, cumpliendo la función que sus maltrechos riñones son incapaces de realizar. “Tengo insuficiencia renal crónica y llevo cerca de una década acudiendo, de manera ininterrumpida, a hemodiálisis. Ya había estado yendo en 2003, después de que mis riñones se empezasen a atrofiar hasta el punto de dejar de funcionar correctamente. Cuando llevaba unos meses recibiendo el tratamiento, tuve la suerte de que apareció un órgano compatible y me lo trasplantaron. Pero a los seis años mi cuerpo lo rechazó y, desde entonces, me estoy dializando de nuevo”, explica.
María Luisa Díaz Castro, de 76 años, sufre también insuficiencia renal crónica, en su caso, originada por una diabetes de evolución rápida, que acabó por dejar inoperativos sus riñones. “Fue algo así como una bomba con una mecha muy silenciosa que un día explotó y nos encontramos ya con todo esto. De hecho, mi madre ya entró en Nefrología con una insuficiencia renal de grado III, unida a otras dolencias, como hipertensión arterial, problemas circulatorios graves o una retinopatía que le ha generado una discapacidad reconocida, de forma permanente, del 70%”, cuenta su hija, Tatiana Díaz Castro, quien especifica que María Luisa lleva ya seis años acudiendo a hemodiálisis, “cuatro horas al día, tres veces a la semana” y, al igual que Félix, sus traslados al hospital los realiza en una ambulancia en la que comparte espacio con otros pacientes. “Con todo lo que ello implica, porque aunque vivas cerca del Hospital San Rafael, que es donde mi madre recibe el tratamiento, la ambulancia da un rodeo tremendo para recoger a todos los enfermos. Algo que en la actual situación de pandemia de SARS-CoV-2, influye en la exposición al contagio, que evidentemente es mayor cuanto más tiempo se pase en el interior del vehículo”, expone Tatiana.
En la misma línea, Félix incide en que los pacientes con insuficiencia renal crónica que acuden a hemodiálisis, y especialmente quienes lo hacen en transporte colectivo, están “muy expuestos” al contagio del SARS-CoV-2. “Hemos pedido por activa y por pasiva que no nos lleven mezclados a los pacientes de diferentes centros. Hace unas semanas se produjo un brote que afectó a varios enfermos que recibían el tratamiento en los hospitales Quirón y San Rafael [derivados del Servizo Galego de Saúde (Sergas)], y sí que es verdad que, desde entonces, se han extremado las medidas de prevención. De hecho, en el Quirón nos están haciendo una prueba PCR cada semana. En el hospital el tema está más o menos controlado y yo me siento bastante tranquilo, pero lo de ir mezclados en el transporte… es un riesgo”, reitera.
Coruñeses con insuficiencia renal crónica, en diálisis o trasplantados, urgen ser inmunizados por el “elevadísimo” riesgo al que se exponen
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