Los días 18 y 19 de mayo se celebra en Lisboa (Portugal) el Congreso hispanoportugués de nefrología pediátrica, que va a contar con la presencia de representantes de nuestra Federación. Se trata del principal evento de formación a nivel nacional, para los profesionales de la Nefrologia pediátrica. En concreto han acudido Mireya Carratala (secretaria de ASHUA) y Antonio Cabrera (presidente de Hipofam, vocal de la Junta Directiva de la Federación y coordinador del Grupo de Trabajo de Infancia y Juventud)

Durante estos días Antonio trasladará a los responsables de la organización del Congreso, las recomendaciones para una adecuada transición de nefrología pediátrica a la de adultos, recomendaciones que ha estado trabajado nuestro Grupo de Infancia y Juventud y que se ha condensado en un documento dirigido a los profesionales interesados.

Las características del sistema sanitario y de los centros, en las distintas CCAA, establecen de manera más o menos rígida dependiendo del centro, una edad máxima de atención en las unidades de pediatría. La madurez y la responsabilidad de los jóvenes adultos es muy variable y depende en gran medida de la educación y preparación que reciban.

Multitud de estudios demuestran que es en esta etapa > cuando existe un mayor riesgo de rechazo de órganos y complicaciones > médicas debido a un abandono o administración inadecuada de la medicación, malos hábitos de vida, etc. Por tanto, la edad por sí sola no debería determinar la preparación para pasar de la atención de la salud pediátrica a la de adultos, dado el riesgo de complicaciones. Las unidades de pediatría están mejor adaptadas a este riesgo, con menos pacientes, más tiempo de atención y menor tiempo entre consultas. Si el paciente debe ser transferido a la atención de adultos a los 18 años, debido a limitaciones organizativas y legales, un especialista en adultos (o el responsable de la clínica de transición) debería realizar un seguimiento más estrecho en los primeros años de jóvenes adultos. Desde el punto de vista pediátrico, la edad de mayor riesgo se sitúa entre los 17 y los 20 años y se considera una edad adecuada para realizar la transición, alrededor de los 21 años.