El cólico renal es una de las patologías urológicas más frecuentes, por detrás de la infección urinaria. Entre un 10% y un 15% de la población podría padecerlo a lo largo de su vida, y aunque es más común en varones (en una proporción de tres a uno), las mujeres también pueden sufrirlo. Algunas personas aseguran que es un dolor que podría compararse o incluso ser superior al de un parto.
“El dolor del cólico renal sucede cuando se produce obstrucción aguda en la vía urinaria provocada por una litiasis (piedra o cálculo renal)”, explica la Dra. Carmen González Enguita, jefa del Servicio de Urología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. Al estar la vía obstruida, la orina no avanza, provocando un aumento de presión, por encima del cálculo, que hace que aparezca “un dolor intenso y brusco en la zona costolumbar, y que habitualmente se irradia hacia la zona de la vejiga y los genitales”.
En concreto, el cólico renal producido por la litiasis o cálculo está compuesto por oxalato y fosfato cálcico en la mayoría de casos (70-80%), afectando tanto a hombres como a mujeres (más frecuente en los primeros). Las causas son muy diversas. Pueden ir desde una predisposición genética a factores ambientales o dietéticos, además de diversas alteraciones metabólicas, como el hiperparatiroidismo, altos niveles de calcio, de fosfatos, bajos citratos en orina, etc. También tiene que ver con alteraciones estructurales del aparato urinario. “No beber agua suficiente, tener dietas hiperproteicas, el sedentarismo o el estrés son causas comunes en la formación de cualquier litiasis”, apunta la doctora.
Hay cálculos que se producen por infecciones urinarias de repetición. Estas son mucho más frecuentes en las mujeres que en los hombres. Este tipo de cálculos son muy característicos, moldean las cavidades renales (coraliforme) y son de gran tamaño. Habitualmente, se manifiestan por un dolor lumbar (no cólico renal), y cursan con signos de infección urinaria. Menos frecuentes son los cálculos de ácido úrico (5-10% de los casos), que se dan en personas que sufren problemas metabólicos con el ácido úrico, como la gota. Minoritariamente, hay enfermedades genéticas que también cursan con litiasis renal, como la cistinuria.
Cuando estas piedras no pueden expulsarse de forma natural, quedan atrapadas en el uréter, lo que provoca la obstrucción que comentábamos anteriormente. A algunas mujeres que han sufrido cólicos renales y han vivido partos les recuerda una situación similar: dolor muy intenso que aparece y desaparece en pequeños periodos de tiempo y que no cambia al modificar la postura. El dolor suele estar acompañado de náuseas, vómitos y sudoración, además de otros síntomas como sangre en la orina, y dificultad o incluso imposibilidad para orinar. “Si al cólico renal le acompaña la fiebre, la atención debe ser urgente”, subraya la especialista.
Estos dolores pueden tener una duración muy variable dependiendo de si se consigue expulsar la piedra o no, lo cual, a su vez, depende en gran medida de la ubicación de la misma y de su tamaño. “Afortunadamente, la mayoría son pequeñas y mientras no superen los cinco milímetros no requieren de ningún tipo de intervención, solo favorecer la expulsión espontánea; pero si son mayores, lo que sucede en el 20% de los casos, hay que proceder a una intervención para resolverlas”.
En el caso de que el dolor no remita con tratamiento médico, existan fiebre o signos de gravedad por insuficiencia renal obstructiva o mal estado general, es necesario realizar una derivación urinaria. Esta se realiza en quirófano mediante la colocación de un catéter ureteral tipo doble jota que resuelve la obstrucción, favoreciendo el paso de la orina desde las cavidades renales hasta la vejiga. Si no se consigue el paso de este catéter ureteral, la derivación urinaria deberá realizarse mediante una sonda.
En el caso de que se necesite ayudar a los cálculos a su eliminación, se llevará a cabo una litotricia extracorpórea por ondas de choque que consigue la destrucción de la piedra mediante un pulso acústico y que favorece posteriormente la eliminación espontánea de los pequeños elementos litiásicos. En los casos en que la litotricia no sea resolutiva o no esté indicada, acudiremos a la cirugía renal.
“No beber agua suficiente, tener dietas hiperproteicas, el sedentarismo o el estrés son causas comunes en la formación de piedras”
Fuente: elconfidencial.com